La estadidad es el consenso

Ante los embates ideológicos que ha sufrido recientemente, el PPD continúa tratando de proyectarse como la opción de consenso.  Cuando examinamos el récord histórico, sin embargo, nos damos cuenta de que, para los líderes ideológicos de los principales partidos políticos en la Isla, la estadidad es la única opción que representa una verdadera solución de consenso.

Los defensores del actual estatus político de Puerto Rico, el mal llamado Estado Libre Asociado, se auto denominan autonomistas y se consideran los herederos de esa corriente ideológica en la Isla.  No obstante, de acuerdo a Antonio S. Pedreira, José Celso Barbosa, el padre intelectual del movimiento estadista en Puerto Rico, “fue durante su larga vida política un autonomista convencido.  Lo fue durante la dominación española y lo siguió siendo durante la dominación norteamericana”.  (Un hombre de pueblo, 4ta edición, 1990, p. 49.)

Barbosa también sabía que la estadidad y la independencia son equivalentes.  Así lo indicó en su último discurso en el Senado de Puerto Rico pronunciado el 30 de mayo de 1921 (Un hombre de pueblo, 4ta edición, 1990, p. 112):  “veo con simpatía a los independentistas a espuela limpia;  porque se confunden con nosotros en la aspiración suprema.  Ellos quieren la soberanía aparte, separada, la soberanía nacional de Puerto Rico.  Nosotros pedimos esa misma soberanía dentro de la gran unión americana.  Lo demás es música celestial.  Lo demás es seguir engañando al pueblo”.

En un momento dado la posición de Luis Muñoz Rivera era similar.  Así quedó plasmada en la plataforma de su Partido Federal publicada el 5 de octubre de 1899, la cual contenía el siguiente postulado:  “La América del Norte es un Estado de Estados y una República de Repúblicas.  Uno de esos Estados, una de esas Repúblicas debe ser Puerto Rico …”.  (Un hombre de pueblo, 4ta edición, 1990, p. 138.)

Ante ese récord histórico, quizás no deba extrañar el gran apego que sentía el propio Luis Muñoz Marín hacia la ciudadanía americana:  “No somos pro americanos … Somos americanos.  No nos cobija la ciudadanía americana.  La ciudadanía americana la llevamos dentro”.  (Diario de sesiones de la Asamblea Constituyente, Apéndice, p. 3099.)  Por eso, Muñoz Marín entendía que, aparte del estatus actual, la única otra opción posible para Puerto Rico es la estadidad.  Tan es así que, en 1959, el PPD adoptó una propuesta suya que eliminó la permanencia del Estado Libre Asociado como única solución al problema del estatus político de la Isla y le abrió las puertas a la estadidad.  En esa misma propuesta, sin embargo, descartó la independencia “porque nuestro pensamiento gira dentro del concepto fundamental de unión permanente a base de la común ciudadanía irremovible”.  (El Mundo, 12/septiembre/1959, p. 1)

Desde luego, siempre ha habido los que no desean resolver nada y solamente aspiran a ostentar el poder.  Barbosa los conocía.  No obstante, estaba claro que en la estadidad estaba la solución de consenso y de genuina puertorriqueñidad:  “Digamos la verdad en estos momentos.  Son colonos, los de siempre, los adeptos al poder, los que sueñan con mandar, sea como sea y a costa de todos los sacrificios.  Para esos la colonia es una victoria.  Para nosotros los republicanos no.  Aspiramos a la absoluta igualdad con los ciudadanos americanos ante la Constitución y bajo la bandera.  La razón nos dicta que habremos de vencer en la demanda porque ella aboga por el decoro y la personalidad del elemento genuinamente puertorriqueño en el concierto de los pueblos que se llaman Estados Unidos de América”.  (El Tiempo, 5/enero/1916,  Citado en Un hombre de pueblo, 4ta edición, 1990, p. 132.)

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Nota:  Este escrito fue publicado en el periódico El Nuevo Día,

24 de junio de 2016, página 60.

Copyright (Derechos Reservados) © 2016, Carlos A. Colón De Armas

A better option for Puerto Rico

When the current fiscal year started back in July, the Government of Puerto Rico had sufficient resources to meet its debt obligations and provide the necessary services to the people of the Island.  To meet these two objectives, however, the Government had to use its limited funds only for essential needs.

Instead of following that prudent course of action, the Government of Puerto Rico continued spending money in non-priority activities.  At the same time, government officials, and their consultants, have been manufacturing an artificial crisis and claiming that the public debt is unpayable.  These actions were taken with two goals in mind:  (1)  getting Congress to give the Government of Puerto Rico the tools to negotiate or restructure the debt, and (2)  driving down the value of Puerto Rico’s public debt to make those negotiations easier.

As a result, the Government of Puerto Rico lost access to financial markets.  This reality, together with the use of its limited cash for non-priority items, will make it very difficult for the Government of Puerto Rico to honor approximately $2 billion in debt service payments due between May and July.

For the benefit of the people of Puerto Rico, it is important that access to financial markets be restored.  Otherwise, some important infrastructure investments needed to improve the quality of life on the Island would not be possible.  For that access to be reestablished, these debt service commitments need to be paid.  At this stage, however, with so little time left before their due dates, it would be practically impossible for the Government of Puerto Rico to honor these obligations without Congress’s assistance.  Therefore, in the interest of the people of Puerto Rico, Congress should provide that help.

In providing its assistance, Congress should help the people without rewarding the behavior of government officials who caused the problems we now face.  Accordingly, any kind of debt negotiations, restructurings, or bankruptcy powers should be discarded.  After all, solving the fiscal problems of the Government of Puerto Rico by penalizing bondholders would only serve to reward the irresponsible actions of government officials.

Instead, Congress should assist the Government of Puerto Rico in obtaining the funds needed to honor its debt service obligations, while forcing government officials to reduce the expenses that they, thus far, have neglected to cut.  One way in which these objectives can be accomplished would be as follows:

  1. The Government of Puerto Rico, or a new entity created just for this purpose, should be enabled to obtain a loan, from private sources, for the amount necessary to meet its debt service obligations due between May and July, up to a maximum of $2 billion.
  2. This loan would be payable, at the most, in two years.
  3. To pay that loan, the Government of Puerto Rico will make monthly deposits into a sinking fund.
  4. These monthly deposits will be funded from expense reductions to be stipulated as part of the debt indenture.
  5. A CPA will be contracted, on the basis of an “agreed upon procedure”, to certify that the expense reductions, and the monthly deposits, are made.
  6. In the event that the Government of Puerto Rico fails to make some, or part, of the required monthly deposits to the sinking fund, the federal funds already allocated to the Government of Puerto Rico and its agencies will be used to meet any shortfall.
  7. Congress should legislate whatever borrowing authority would be needed, if any, to enable this approach and to allow the federal funds to be diverted into the sinking fund, if necessary.

Two years should be plenty of time to fix the budget of the Government of Puerto Rico and to put its house in order.  The backdrop of federal funds to pay for this financing, if necessary, would assure that it would obtain an investment grade rating.  The possibility that federal funds, earmarked to serve the needs of the people, may instead be diverted to the sinking fund should serve as an added incentive for the required actions to be taken.  After all, if the Government of Puerto Rico complies with the necessary expense reductions, the use of the federal funds would be kept intact to serve the needs of the citizens of the Island.

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Nota:  Este escrito fue publicado en www.thehill.com, 19 de abril de 2016.

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Hacia una solución definitiva del estatus

Con la firma del Tratado de París de 1898, Puerto Rico se convirtió en un territorio de los Estados Unidos de América.  Desde entonces, el gobierno de los EE.UU. ha regido los destinos de la Isla al amparo del Artículo IV, Sección 3 de la Constitución federal, la llamada cláusula territorial, que le otorga amplios poderes al Congreso para administrar el territorio y las propiedades de los EE.UU.

La aprobación de la Constitución de Puerto Rico en 1952 no cambió esa realidad, pues los aspectos principales que definen la relación entre Puerto Rico y los EE.UU. se establecieron con anterioridad a esa Constitución.

La Ley Foraker de 1900 estableció el mercado común, la moneda común y la representación en el Congreso por un comisionado residente.  El Código de Rentas Internas federal estableció, desde 1913, la exención contributiva de algunos impuestos federales al ingreso y, desde 1921, concedió incentivos contributivos federales a empresas multinacionales americanas.  La defensa de Puerto Rico por las fuerzas armadas de los EE.UU. data desde el Tratado de París de 1898 y los puertorriqueños sirven en el mismo ejército por virtud de una Proclama del presidente Woodrow Wilson de 1917.  La Ley Jones de 1917 le otorgó la ciudadanía americana a los residentes de la Isla y estableció la Asamblea Legislativa localmente electa.  A partir de la Ley de Nacionalidad de 1940, los puertorriqueños obtienen la ciudadanía americana por nacimiento.  La Ley 447 de 1947 permitió la elección del gobernador.

No obstante esos cambios, el Congreso mantiene su poder unilateral sobre la Isla.  Por lo tanto, la esencia colonial de la relación entre Puerto Rico y los EE.UU. permanece inalterada.  Esto representa una violación a los derechos humanos de los puertorriqueños que debe ser terminada de inmediato.

La responsabilidad por resolver el problema del estatus de Puerto Rico radica principalmente en el Congreso.  Después de todo, al igual que ocurrió con la esclavitud, el amo es el responsable de liberar a los esclavos.  A esos efectos, la única fórmula política que el Congreso puede implantar unilateralmente es la independencia.  Por lo tanto, para cumplir con su responsabilidad histórica, el Congreso debe declarar la independencia sin esperar a que los puertorriqueños nos pongamos de acuerdo.

Por otro lado, aunque la estadidad es equivalente a la independencia, como la misma es de forma federada, para poder implantarla, se requiere que el pueblo la pida y que el Congreso la acepte.  Para ser fiel a la relación que Puerto Rico y los EE.UU. han sostenido por más de un siglo, también hay que dar el espacio para que el pueblo, si así lo desea, haga esa solicitud.  Todo esto se lograría, y se resolvería de forma definitiva el problema del estatus político de Puerto Rico, si el Congreso aprobara legislación que decretara lo siguiente:

“Declaramos a Puerto Rico un país libre e independiente, y todos los vínculos entre el Gobierno de Puerto Rico y el Gobierno de los Estados Unidos de América quedan disueltos, efectivo el 1 de enero de 2021, a menos que el pueblo de Puerto Rico solicite admisión como estado de la Unión previo a esa fecha, en cuyo caso será admitido.”

Desde luego, esa legislación dejaría fuera al estatus actual, en cualquiera de sus modalidades, como posible solución.  Con eso no debería haber problema.  Después de todo, al igual que no hay un derecho a la esclavitud aún si fuera por consentimiento, no hay derecho a que los puertorriqueños consientan a seguir como territorio o colonia.  Además, si queremos una solución definitiva, seguir con el problema no puede ser una opción.

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Nota:  Este escrito fue publicado en el periódico El Nuevo Día,

19 de abril de 2016, página 44.

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El impago es culpa del Gobernador: Parte 2

En una columna publicada recientemente en este periódico, el Director de la Oficina de Gerencia y Presupuesto (OGP), por quien guardo un gran aprecio y respeto, comentó sobre uno de mis escritos.  Al así hacerlo, el señor Cruz Batista no solamente confirmó mi análisis, sino que también ilustró por qué no se puede confiar en los datos que ofrece el Gobierno de Puerto Rico.

El Director de la OGP confirmó que el presupuesto para el año fiscal 2014 se aprobó con un aumento de alrededor de $700 millones ($688 millones, para ser exactos) al compararse con el presupuesto aprobado para el año fiscal 2013.  No obstante, para tratar de argumentar que en verdad no hubo tal aumento señala, entre otras cosas, que el gasto para el año fiscal 2013 fue realmente de $9,884 millones, o sea, “$802 millones por encima del presupuesto”.  Esa información surge de los estados financieros auditados.

En primer lugar, la información de los estados financieros para el año fiscal 2013 no estaba disponible al momento de proponer el presupuesto para el año fiscal 2014.  Con la información que había disponible al momento, sin embargo, queda clara la intención de aumentar el gasto público.  En segundo lugar, si los estados financieros auditados para el año fiscal 2013 indican que el gasto fue mayor a lo presupuestado, es lógico esperar lo mismo para el año fiscal 2014.  Lamentablemente, los estados financieros para ese año no han sido divulgados todavía.  En tercer lugar, no obstante el hecho de que, de acuerdo a los estados financieros auditados, el gasto para el año fiscal 2013 ascendió a $9,884 millones, la tabla más reciente disponible en la página web de la OGP refleja, para ese año, un gasto de $9,077 millones.  ¿Cómo se puede confiar en los datos que ofrece el gobierno si aun cuando la cifra correcta está disponible no se corrige la tabla correspondiente y no se actualiza la información?

Por otro lado, el señor Cruz Batista confirma que, de acuerdo a los datos del Bureau of Labor Statistics del gobierno federal, el empleo en el gobierno aumentó en los primeros once meses del año 2015.  No obstante, argumenta que, a base de un informe que publica el Instituto de Estadísticas, que a su vez se basa en una información que recibe la Oficina del Contralor, el empleo en el gobierno se ha reducido.  Si los datos de la OGP no se actualizan, y existe una discrepancia entre los datos que ofrece esa oficina y los estados financieros auditados, ¿qué base hay para pensar que los datos que ofrecen otras dependencias públicas son confiables?

Los asuntos económicos no deben ser discutidos a base de opiniones.  Por el contrario, esos asuntos deben ser analizados y discutidos a base de datos confiables sobre cuyas implicaciones, personas razonables podemos ponernos de acuerdo.  Para esto, sin embargo, hace falta que los datos se divulguen y que se pueda confiar en ellos.  Lamentablemente, la actual administración del Gobierno de Puerto Rico ha utilizado los datos a su conveniencia, no los ha divulgado a tiempo, y no ha permitido la corroboración de los mismos.  Eso es lo que causa las discrepancias, no las opiniones.

Finalmente, quizás lo más interesante y revelador de su escrito fue que el Director de la OGP, en sus comentarios, no contradijo el mensaje principal de mi columna original sobre el tema:  el impago es culpa del Gobernador.

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Nota:  Este escrito fue publicado en la versión electrónica del periódico El Nuevo Día, 22 de enero de 2016.

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El impago es culpa del Gobernador

El 30 de diciembre de 2015, el gobernador de Puerto Rico, Hon. Alejandro García Padilla, anunció una nueva ronda de impagos con relación a la deuda pública de la Isla.  Ese impago se constituyó al dejar de pagar, el 4 de enero de 2016, $35.9 millones y $1.4 millones en intereses correspondientes, respectivamente, a los bonos adeudados por la Autoridad para el Financiamiento de la Infraestructura (AFI) y la Corporación para el Financiamiento Público (PFC, por sus siglas en inglés).  En total, el impago de enero ascendió a $37.3 millones y en lo que va de año fiscal se ha dejado de pagar $263 millones que se le adeudan a los bonistas.

Estos impagos son de la entera responsabilidad del gobernador García Padilla, por sus propias erradas decisiones fiscales y económicas, y en nada obedecen a problemas heredados.  Repasemos alguna de la evidencia que así lo demuestra.

En su primer mensaje sobre la situación del país, pronunciado ante la Asamblea Legislativa el 25 de abril de 2013, el gobernador propuso un incremento en gastos de $752 millones para el presupuesto del año fiscal 2013-2014.  Con ese presupuesto, que finalmente se aprobó con un aumento de alrededor de $700 millones, se cambió la política pública hacia aumentar los gastos del gobierno.  Como consecuencia, antes de terminar ese año fiscal, en febrero de 2014, las agencias clasificadoras degradaron la deuda pública de Puerto Rico a niveles considerados “chatarra”.  Desde entonces, los gastos que se han reducido han sido parte de esos mismos que aumentó la actual administración, pero no ha habido un intento serio de realmente reducir los gastos del Gobierno de Puerto Rico.

Más recientemente, de acuerdo al Bureau of Labor Statistics del gobierno federal, desde enero de 2015 (230,300) hasta noviembre de 2015 (231,800) el empleo en el Gobierno de Puerto Rico ha aumentado por +1,500 personas.  Además, se ha informado sobre la otorgación de contratos corruptos y se ha estado desperdiciando dinero en consultores que no son necesarios.

Si el gobernador García Padilla hubiese tomado las acciones requeridas para reducir éstos y otros gastos públicos innecesarios, y si hubiera mantenido una política pública dirigida a honrar los compromisos del gobierno y sus agencias, los pagos a los bonistas se hubieran podido realizar sin problema alguno.

Es altamente irresponsable y vergonzoso que el gobernador García Padilla haya decidido jugar a la política ideológica relacionada con el estatus en lugar de manejar responsablemente los asuntos fiscales del Gobierno de Puerto Rico.  Después de todo, esto no es culpa del Congreso por eliminar la Sección 936.  Esa eliminación no tuvo nada que ver con este impago.

Cuentan que a Don Luis Muñoz Marín le preguntaron un día “Don Luis, ¿a qué se debe el progreso de Puerto Rico” y él respondió “a eso mismo, a que se debe”.

Consciente de esa realidad, Don Luis Muñoz Marín estableció la tradición de un buen manejo de las finanzas públicas en Puerto Rico.  Así dejó claramente establecido que salvaguardando el buen nombre y el crédito del Gobierno de Puerto Rico es como mejor se le sirve al pueblo, pues así es que se pueden financiar las obras que mejoran su calidad de vida.

El gobernador García Padilla pretende hacernos creer que el no pagar las deudas constituye prueba de que no se pueden pagar las mismas.  Por el contrario, en el caso del Gobierno de Puerto Rico, no pagar las deudas es evidencia de falta de voluntad para hacerlo.  Por el bien del pueblo de Puerto Rico, ya es hora de detener esa práctica.

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Nota:  Este escrito fue publicado en el periódico El Nuevo Día,

7 de enero de 2016, página 44.

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