Puerto Rico y el mundo viven momentos sin precedentes. La estrategia para salir adelante y poder lograr un crecimiento económico sostenible nadie la conoce todavía a ciencia cierta.
Ante estos retos, las pequeñas y medianas empresas en la Isla han comenzado a desplegar una gran creatividad y a implantar una serie de acciones innovadoras. Por ejemplo, operaciones agrícolas han adaptado sus esfuerzos de mercadeo y distribución para llevar sus productos a mercados que antes solamente servían las grandes cadenas. Colmados y supermercados han desarrollado nuevas operaciones de entrega de mercancía usando la tecnología. Distribuidores de carnes y otros víveres para restaurantes, al ver cerrado ese mercado, han implantado nuevas estrategias para llegar directamente a la familia puertorriqueña. Establecimientos de comida rápida, que han visto sus ventas mermar significativamente, han encontrado otras formas de llegar al consumidor mediante la venta de productos tan básicos como pan, leche y huevos que normalmente sirven como la materia prima de algunos de sus productos tradicionales.
No hay programa de gobierno que tenga la capacidad de lograr mejores soluciones a nuestros problemas que las que puedan surgir de la iniciativa, creatividad y dinamismo de las pequeñas y medianas empresas puertorriqueñas. No existe gobierno en el mundo que tenga la capacidad de implantar, con mayor eficiencia y dinamismo, las acciones que esas empresas son capaces de llevar a cabo. De hecho, antes de discutir la posibilidad de abrir sectores de la economía tradicional se les debería dar la oportunidad a las empresas para que desarrollen nuevas formas de llevar a cabo las actividades económicas.
Lamentablemente, en estos días, comerciantes faltos de visión y oficiales de gobierno que no han entendido los problemas que enfrentamos y de dónde surgirán sus soluciones, han comenzado a ponerles freno a estas iniciativas. Para esto, han recurrido a los permisos.
Los requisitos de permisos que controlan la actividad comercial en Puerto Rico están diseñados para conservar las estructuras económicas existentes. En el mundo en que vivimos hoy, donde las cosas cambian cada hora y en el cual nadie sabe lo que se nos depara mañana, preservar lo que existe no es la ruta a seguir. Por el contrario, si algo necesitamos en estos momentos es de empresas que tengan la capacidad de innovar y de adaptarse al momento cambiante en que vivimos. Esto, sin embargo, no puede hacerse de forma efectiva si, para lograrlo, además de lidiar con los retos del momento, hay que perder tiempo para cumplir con requisitos burocráticos que no añaden valor a ese esfuerzo.
Por todo lo anterior, es esencial que se eliminen los requisitos de permisos para actividades comerciales que no requieran cambios de zonificación. De lo contrario, estaríamos contribuyendo a detener las actividades que nos van a sacar de este atolladero y las que mayor probabilidades tienen de devolvernos nuestro progreso económico y de mejorar nuestra calidad de vida.
Es inaceptable que una persona no pueda adquirir leche, huevos o pan porque un papel emitido por el gobierno se lo impida. Si usted es dueño de un negocio que antes estaba protegido por ese papel y quiere conservar sus clientes, pues busque una nueva forma de proveerles lo que necesitan.
Para cualquier persona razonable, particularmente en estos momentos, detener el progreso de la mayoría e impedir que las personas reciban los productos y servicios que necesitan en aras de proteger una actividad comercial tradicional tiene que ser rechazado. ¡Eliminemos los permisos ya!
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Nota: Este escrito fue publicado en el periódico El Vocero,
28 de abril de 2020, página 17.
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